miércoles, 2 de junio de 2010

Entremes

AMIGO: ¿Para qué te has vestido de esta suerte,
medio estudiante y medio caminante?
POETA: Poeta quiero ser por lo estudiante
y por lo caminante forastero,
y, con entrambas cosas, hacer quiero
a toda esta famosa compañía,
una burla que sea la más famosa.
AMIGO: Mucho tu loco ingenio se confía,
que esta gente es sutil y artificiosa.
Lo más que representan son engaños,
con que avisan al mundo de los daños,
que vienen a los hijos por los padres.
La honrada vigilancia de las madres,
la vela de balcones y ventanas,
que muchas por su olvido son livianas,
enseñan a guardarse los señores
de lisonjeros, falsos y traidores;
al marido discreto del amigo;
y al que alguno ofendió, de su enemigo.
Finalmente es un libro la comedia
que el pueblo tiene abierto cada día,
a donde ve con gusto y alegría
los ejemplos más varios e importantes.
¿Y quieres engañar representantes?
POETA: ¡Vete pues que estoy determinado!

poema

Mientras me hablabas y yo te miraba,
se detuvo el tiempo en medio instante:
el amor me llamaba y yo le obedecía.
Mientras me susurrabas y yo te amaba,
se alzaron los sentimientos,
mandó tu voz,
el cielo se hizo visible en tus ojos,
y yo pronuncié el querer en tus labios.

historieta

refràn

Cuando hay hambre no hay pan duro

miércoles, 19 de mayo de 2010

adivinaza

Me llegan las cartas
y no sé leer
y, aunque me las trago,
no mancho el papel.

cuento

Cierto día sonó la campanilla que anunciaba la entrada de una persona en la tienda taller de la calle Fuenterrabía. El hombre al que saludó nuestro padre se identificó como domador de elefantes del circo que acababa de acampar en San Sebastián. Serían principios de los 60 del pasado siglo y nuestro padre debía tener unos 35 años.
El domador habló a Manolo de su preocupación por el precario estado de su elefante, estrella del circo que regentaba, al parecer, unos inoportunos cristales habían herido la planta de la pata delantera del pobre animal y él pensaba que un guarnicionero que construyera algo parecido a un zapato, ayudaría a curar aquella herida infectada.
Lo que contó aquel hombre a nuestro padre requería de profesión y audacia, ambas necesarias para atreverse e inventar un zapato que permitiera poner el pie en el suelo al paquidermo aliviándole sufrimiento.
Manolo no era persona que se echara para atrás y sin pensarlo dos veces, cogió metro, lápiz y un papel lo suficientemente grande como para construir la plantilla donde dibujar el contorno de la enorme huella de aquel animal. Una vez llegados al circo y con la ayuda del domador que convenció al elefante para que le dejara colocar el papel debajo de su, parecíale, gigantesca pata; Manolo trazó con esmero y la ayuda del lápiz el rededor de su planta sobre el papel. Hubo de tomar además de las medidas necesarias para su seguridad, las perimetralmente oportunas, con la ayuda del metro, para más tarde construir las correas de piel de vaquetilla que con sus correspondientes hebillas, trabillas y ojetes ayudarían a sujetar aquel zapato que para entonces ya había decidido tendría forma de sandalia.
Con mucho cuidado observó la ubicación de la herida supurante y señalando éste lugar en la plantilla, pensó que ahí haría un gran agujero que posibilitara que la herida al caminar no tocara el suelo.
Para terminar y hacer posible el proyecto, imaginó dos piezas de cuero de vaquetilla gruesa, iguales a la plantilla y con su correspondiente agujero para liberar la herida. En una de ellas reposaría la planta del elefante, la otra haría de suela colocando entre ambas algodón bien prensado y en cantidad suficiente como para amortiguar la pisada.
Después decidió la altura que tendría la piel también de vaquetilla, pero un poco más flexible y que debidamente contorneada alrededor de la planta dieran la forma y sujeción al singular calzado.
La unión de ésta última parte con la suela las cosería a media carne, con aguja, hilo y lezna, igual que los monederos de tacón que tantas veces había confeccionado.
Entusiasmado y ahora también menos asustado se despidió del domador, entre risas y bromas sobre su suerte si hubiera sido pisado por aquel sufriente animal.
Más tarde ya en el taller cortó, cosió, pegó y remachó cueros, trabillas, hebillas, remaches y ojetes dando forma y vida a su proyecto y exclamó ¡¡Ya lo tengo!!
Al día siguiente se presentó en el circo emocionado con su singular sandalia. Acompañado por el domador y ésta vez también con todo su séquito, volvió a sudar la frente para calzar al elefante que se mantenía desconfiado. Cuando al fin sujetó las correas, el animal pudo posar la pata en el suelo aliviado por la amortiguación del zapato y tras unos primeros pasos de ensayo dio la vuelta completa al ruedo circense.
Un sonoro aplauso rompió el silencio entre vivas y risas, toda la compañía, trapecistas, payasos y contorsionistas lo jalearon con alegría.
El domador, sin parar de reír, dio las gracias a nuestro padre y con un gesto pidió complicidad al elefante, que obediente elevó su trompa primero, para después inclinar su enorme cabeza, reverencia que Manolo supo devolver con igual protocolo y colorín colorado éste cuento contado de una historia real se ha acabado.

lunes, 17 de mayo de 2010

chiste

¿Por que sonrien los angeles?
- Por la gracia de Dios